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Los recursos para enseñar la historia deben salir de la vida cotidiana

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Friday, December 16, 2011

La antigua discusión sobre la historiografía, que iniciaron los seguidores de la escuela de los Annales en Francia durante las primeras décadas del siglo XX, cobra especial actualidad cuando se abren interrogantes sobre cómo hacer que la historia forme parte de la vida cotidiana y cómo enseñar a los alumnos esta disciplina del conocimiento. Ésta, en sus tendencias actuales, coloca el acento más en los procesos que en los hechos históricos; en los colectivos, en vez de los personajes; en lo local, en lugar de lo universal; y en el presente, como una manera de comprender el pasado.


Inés Quintero, historiadora y autora de La criolla principal y El último marqués, defiende en esta entrevista para Pizarra Santillana el aporte de la historiografía como el hallazgo de recursos de sensibilización para establecer canales de entrada al pasado, directamente conectados con el devenir cotidiano de quienes se acercan a la Historia:


“En todos los espacios y tiempos hay vehículos, presencias, huellas que tienen la posibilidad de permanencia”, señala Inés Quintero. “Esas son las mejores invitaciones a reconstruir
el pasado”.


“Se puede hacer a través de la memoria de los cascos históricos donde existen huellas físicas, instrumentos, edificaciones, residuos arqueológicos, en fin, cosas visibles que permiten, a partir del contacto directo, la reconstrucción de una historia que te pertenece o establece una conexión de ese pasado con un presente”.


Cuando Inés Quintero destaca la importancia de que los recursos para la enseñanza de la Historia sean extraídos de la vida cotidiana y del contexto de quienes enseñan y aprenden, ofrece un acertado ejemplo de cómo acceder al pasado desde un presente muy cercano:


“Dejemos que el niño reconstruya el origen de su familia. Irá hacia sus ancestros, hasta donde la memoria familiar lo permita, bien sea a través de fotos, recuerdos, objetos antiguos. Eso le permitirá un tránsito hacia el pasado y la búsqueda de puentes para establecer una conexión con su ayer. Averiguará qué hacían sus antepasados y desde la perspectiva de su propia historia familiar, podrá establecer hechos, tiempos y espacios del ayer. Podrá decir entonces: ‘Mi bisabuelo vivía cuando la Revolución Restauradora’ , ‘mi abuela cultivaba café’. Claro, esto se hace con profesores motivados que remitan al muchacho a un contexto histórico menudo”.


Esa motivación inicial lo conducirá a un ámbito más amplio, a la localidad, a la ciudad, a la región, al país, al mundo. Pero, como insiste Inés Quintero, las vías de acceso tendrán que ver con familias, comidas, prácticas sociales, oficios que le ayuden a reconstruir ese pasado: “Reconstruir es un ejercicio que impone una reflexión temporal, una reflexión metodológica”.

La duda histórica
Esta manera de sumergirse en la historia aporta otro elemento metodológico que resulta crucial para su enseñanza: la posibilidad de la crítica y la duda como instrumentos
de comprensión del pasado.


“Es todo lo contrario a pensar que la historia reproduce verdades inmutables. La historia es la posibilidad permanente de reconstrucción de ese pasado por la vía de la crítica”, aclara Inés Quintero al definir que la duda, la crítica y la problematización son instrumentos de apropiación del pasado en sustitución de los hechos y los personajes como elementos estáticos de otros tiempos.


“El docente debe plantear la duda y la crítica y los muchachos deben sentir la tranquilidad de que quien critica un hecho histórico tiene los mismos derechos de quien lo avala. Esto tiene que ver con otros valores como la tolerancia y permite comprender la compleja situación histórica en la cual se produjeron los hechos. La comprensión no significa un juicio de valor”.


Cuando es el propio estudiante quien reconoce los procesos y reconstruye los hechos, puede decidir qué elementos de ese pasado resultan relevantes. Privilegia ciertos acontecimientos, establece prioridades y los selecciona de acuerdo con sus propios argumentos y razones.

Señala Inés Quintero que en esa jerarquización surgen sensibilidades y se crean posibilidades de reflexión que no parecen explícitas: “Es allí donde tiene que existir un facilitador que le permita hacer la relación entre el pasado, las historias de vida y los hechos históricos en concreto”.

Un asunto de didáctica
Vale preguntarse por qué ha resultado tan complejo traducir esta tendencia de la historiografía en métodos de enseñanza que la permeen hasta el aula.

Inés Quintero aclara que si bien esta revolución metodológica de la historia se inició a comienzos del siglo XX, en América Latina esta tendencia apareció tardíamente, así como la profesionalización de la disciplina.


“En el caso de Venezuela, podemos decir que el primer historiador que habló de historia de las mentalidades fue Elías Pino Iturrieta y se puede rastrear esta tendencia entre historiadores vivos todavía, lo que indica que es muy reciente”.


También lo atribuye a que no siempre surgen otras visiones y ópticas para estudiar las fuentes históricas: “La historia sigue siendo la misma, la diferencia está en cómo te relacionas con ese pasado de manera de verlo más allá de las nomenclaturas que se impusieron sobre él. Los personajes son los mismos, las fuentes son las mismas pero la manera de entrarle es transversal”.


Ahora bien, para Inés Quintero la causa principal está en el divorcio que existe entre los productores de conocimientos y los docentes. “Es un dilema que tiene que ver con el conocimiento en general pues no ocurre únicamente en el campo de la historia”, aclara.

Inés Quintero señala que existen especialistas que generan el conocimiento y pedagogos que lo divulgan, pero hay un vacío que no se puede llenar artificialmente: la falta de un equipo intermedio de especialistas en didáctica.


“Hay que tomar conciencia de estas distancias, asumirlas y encontrar una solución. Quienes estamos produciendo conocimiento no tenemos herramientas didácticas porque no estamos formados en esa área ni tenemos destrezas en el espacio docente. Tampoco se trata de convertir a los expertos en docentes ni viceversa. Tiene que existir un equipo intermedio de especialistas en didáctica. Allí es donde está el gran hueco. Necesitamos estrategas en didáctica que puedan elaborar instrumentos y puentes para el conocimiento y conjuguen los atributos de los dos niveles, que sean creativos y que no estén encasillados en los objetivos, programas y asignaturas”.


Inés Quintero afirma que hay que hacer un esfuerzo por encontrar y formar a esos expertos en didáctica porque son ellos quienes poseen las herramientas para crear los mecanismos de enseñanza:


“Se trata de exponer al maestro a la experiencia didáctica creativa.Otra modalidad es que el experto se exponga al libro de texto escolar en lugar de exponer al docente al libro del experto. De esta manera, el experto puede ponderar, agregar, ajustar los contenidos y entablar un diálogo que permita introducir los ejercicios que propongan los especialistas en didáctica. Esto, unido al aporte del experto y a la experiencia del docente, puede enriquecer muchísimo el aprendizaje de la historia”.


 Marianela Balbi

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